Portugal se convierte en una república. El político José Relvas hace la proclama desde la plaza del Rossio de Lisboa. Mientras, en España, reina la inestabilidad: por un lado, el temor a que los aires del país vecino se contagien mantiene en vilo al presidente Canalejas, que ha decidido no actuar; y por otro, el ambiente se revuelve después de que el mandatario haya impulsado la libertad de culto. Los grupos anarquistas reclaman mejoras laborales para los obreros y el esperanto, una nueva lengua universal, empieza a ganar popularidad en Europa.
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