Uno puede hacer sin más trascendencia. Pero estar de verdad, supone en uno mismo transformación, hacer. Y mirar de verdad implica estar, porque mirar implica ponerse en el lugar, acompañar. El que mira, esta y hace. Se trata de mirar a Cristo con esa mirada, implicandose, sin prisa, comprendiendo, dejandose interpelar para ser salvados, transformados.