Después del primer trimestre del embarazo y de haber recibido la noticia de la probabilidad que Antonio tuviera síndrome de Down, con Carolina manejamos la situación de maneras diferentes, cada uno manejó esta noticia de una manera muy personal, pero nunca nos quitó la emoción y felicidad que estábamos viviendo en ese momento; sin embargo, sí tuvimos que enfrentarnos a momentos muy duros e incómodos al chocar contra la reacción de algunos de los médicos que nos quisieron “aconsejar” que era lo que debíamos hacer al respecto, esto nos sirvió para darnos cuenta que sobre este tema íbamos a ir encontrando todo tipo de reacciones, y debíamos prepararnos para saberlas afrontar sin dejarnos afectar.
El resto del embarazo fue muy tranquilo, cada nueva ecografía nos llenaba de emoción al ver que nuestro bebé estaba muy bien; en la semana 16 supimos que era un niño, y a partir de ahí dejó de ser el “bebé” para empezar a ser ANTONIO. Poderlo nombrar por su nombre cada vez que le hablábamos fue fortaleciendo nuestro vínculo día a día.
En el tramo final del embarazo vivimos dos situaciones de gran relevancia. Una que nos afectó mucho de manera personal, y otra que marcó sustancialmente la manera en que terminó el embarazo y la llegada de Antonio a este mundo.