La campaña electoral es una guerra inútil de adjetivos y descalificaciones, donde hay una confrontación de retóricas pero no de ideas, donde ni siquiera se discute la inflación o el problema general de una economía de catástrofe. El sistema que empezó con Duhalde y Alfonsín más la Unión Industrial, Clarín y Bergoglio, después de voltear a de la Rúa con el objeto de arrasar con todo rastro de la década del 90.