El Perú virreinal fue marcado desde sus albores por la
desigualdad y la segregación. La ignominia de la esclavitud fue el extremo de la injusticia.
Sin embargo, Lima, la ciudad de los Reyes, empezaba a ganar fama de ser tierra de santidad en el nuevo mundo. Uno de sus habitantes se convertiría en la respuesta cristiana a los prejuicios raciales y al menosprecio de los más desfavorecidos: San Martin de Porres Velásquez, el primer santo mulato de América.
Nació en Lima en los primeros días de diciembre de 1579,
posiblemente el 9, y fue bautizado en la iglesia de San Sebastián en la misma pila y por el mismo párroco que bautizaría pocos años después a Santa Rosa de Lima.
Fue hijo de Juan de Porres, hidalgo español, y Ana Velásquez, negra liberta de Panamá. Martín, que fue considerado como hijo ilegítimo, vivió con su madre y su hermana menor Juana.
Fray Martín de Porres fue beatificado por el Papa Gregorio XVI el 29 de octubre de 1837 y canonizado por San Juan XXIII el 20 de marzo de 1962. Su imagen se convirtió en símbolo de bondad, tolerancia y mansedumbre. Fue declarado patrono de la justicia social en el Perú.
Los dones sobrenaturales que en vida recibió, como la
bilocación, la luminosidad, la sutilidad o el don de lenguas, así como los milagros en los que participó, trascendieron el Perú, llegando a México, España, Malta, Italia, Irlanda, las Filipinas y, por supuesto, los países del África, siempre con la escoba en mano como ejemplo de humildad y generosidad.