Latinos y Romanos hablaban el mismo idioma y veneraban a los mismos dioses. Pero después de la Primera Guerra Samnita, los Latinos sintieron que eran más fuertes que Roma. Y empezaron a crear planes, junto a los Campanios.
Transcripción Parcial del Episodio
Hola, les habla Abel, desde Pekín, China. Bienvenidos a mi podcast.
El Cuento de Roma, Episodio 33 — Latinos y Romanos.
Noticias no llegaban a Roma—o a cualquier otra ciudad, como lo hacen hoy en día.
Noticias viajaban con viajeros de aquellos tiempos, y los viajeros más conocidos tradicionalmente eran mercaderes, soldados, y prisioneros de guerra.
Y me animo a decir que era precisamente en ese orden.
Y como ahora estamos entrando a una época pivotal en la historia de Grecia, Persia, y Macedonia, vamos a poner a uno de nuestros empleados a residir en el puerto romano de Ostia. Le alquilaremos un cuarto en uno de los edificios de la calle central de Ostia, la que sale de la ciudad para convertirse en una vía romana, típicamente marcada a cada milla romana con una piedra que denotaba la distancia de Roma.
Bueno—ese empleado vivirá en Ostia por un tiempo, y él tiene una función muy claramente definida—recibir noticias desde afuera.
Cada mañana bajará de su cuarto en el tercer piso—el peor, y se dirigirá a los muelles, donde comerá un desayuno de pan untado en aceite de oliva, con un estofado caliente de legumbres y col. En invierno, ese estofado tambien podrá tener carne, y en verano será más pan y menos estofado.
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Mientras Corvo era el futuro de Roma, Quincio era el pasado, y ambos gigantes se respetaban y admiraban mutuamente.
A medida que los dos héroes se aproximaban, las tropas de ambos lados permanecían quietas en el fondo del paisaje, creando una imagen que yo creo que, ni Corvo ni Quincio fallaron en registrar en sus mentes.
Cuando estaban a distancia de sonido, Corvo inició el diálogo.
— “¡Salute, Quincio! ¿Cómo es que te encuentro al frente de soldados que son míos, me obedecen a mí, y fueron enlistados por mí, a servir a Roma. Y también, ¿cómo es que marchan en contra de Roma, siendo que yo les enseñé a marchar en contra de los enemigos de Roma?
— “¡Salute, Corvo! Ambos sabemos que tu ya sabes las repuestas a tus dos preguntas, pero te daré dos detalles que tal vez no sepas. Estos soldados aquí, están muriéndose de hambre, y les va peor a sus esposas y niños, en Roma. Por otro lado, la Lex Licinia está siendo muy, muy injusta con ellos. Ninguno de estos plebeyos tiene si quiera dos yugadas, y tú y yo sabemos que una familia no puede vivir con eso.”
Corvo permaneció calmo. Quincio tenía razón.
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