Santiago Amón, el padre de Rubén, lo contaba con un chiste en el que un troglodita de Altamira se lamentaba delante de otro: “los toros están en crisis”.

Así ha sido desde que los toreros vivían en cuevas y los toros eran bisontes y así sigue siendo en nuestros días. Y, sin embargo, nunca como hoy la tauromaquia había gozado de tan buenas condiciones: crece la afición entre los jóvenes, la raza brava se ha perfeccionado y pocas veces se habían dado cita en el escalafón tantos primeros espadas.

¿Qué falla entonces? Más que la andanada del animalismo, la incapacidad de los estados generales de la tauromaquia de ofrecer un modelo de espectáculo atractivo, por supuesto, sin rebajas ni edulcorantes.

Esto y más sostiene Rubén Amón en su libro, ‘El fin de la fiesta’: un alegato por los toros alejado de banderías políticas y, en igual medida, de razones finalistas.

Porque ¿para qué recurrir a unas y a otras, si para salvar la tauromaquia bastan el mito, la liturgia, el escándalo y el pasmo?

Entrevista realizada por Gonzalo Altozano.

Sonido: César García.

Diseño: Estudio OdZ.

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