La luna espléndida, muestra su luz brillante al anochecer, enseña como ser el lucero nocturno que guía caminos. Que cuida sueños.
Sueños de aquellos que recostados reposan sus cabezas en finas almohadas de lino o ceda.
Sueños de aquellos, que cansados le hablan a la noche con voces roncas de placer.
Pero sobre todo, sueños de aquella mujer, que, dormida lanza suspiros de agobio, tras una noche llena de amoríos y pecados, con aquél que supo complacer sus más libidinosos placeres.
El, la mira dormida, ve como la tenue luz de esa magnífica Luna, permite ver el lunar junto a sus labios, que encienden el deseo de robarle besos.
El contempla la belleza de dos seres convertidos en uno.
Una, ser de Luz, que ilumina todo con su máximo esplendor en su mejor cuarto, la otra, plácida, irradia alegría y roba suspiros, musa de odas, sonetos y baladas.
Pero no es el único que contempla aquel paisaje mágico, pues un suave viento, que se escabulle, casi susurrante, apenas moviendo las cortinas rojas del ventanal amplio, que deja pasar la luz de luna, también deja pasar aquel suspiro celestial, que presuroso, acaricia el rostro delicado que yace dormido. Acaricia las largas pestañas con un movimiento leve y suave, luego se desliza para besar la frente y por fin morir en el pequeño mar de finos cabellos, que mecidos, al compás hacen una pequeña ola, que aquél que contempla toda esa escena, lanza un suspiro, y en secreto, le dice al oído. Te amo, dulces sueños amor....
Autor: Rafael Adolfo Gerez o simplemente Rafa