SONETOS
Francisco de Quevedo (1580-1645)
Conviene recordarlo desde el principio: la visión del mundo que transmiten los poemas o las obras en prosa de Quevedo no es original. Como no lo es la de ningún escritor de la época clásica. El concepto de originalidad surge con el Romanticismo y contamina, más bien, lo que, para entendernos, podemos llamar la mentalidad moderna. Durante la Edad Media (momento en que surgen las Literaturas europeas), el Renacimiento, el Barroco, el concepto que rige el quehacer de los escritores es el de la imitación: se tiene a gala colocar ante un poema la advertencia “imitación de Homero”, por ejemplo, como signo de la alta empresa acometida. En el caso de Quevedo, su universo literario se nutre de estoicismo senequista y cristianismo, así como de un conocimiento exhaustivo de los clásicos grecolatinos, de la Biblia y de los humanistas desde el Renacimiento italiano. En frase afortunada, pudo decir Jorge Luis Borges que nuestro escritor es “menos un hombre que una compleja y dilatada Literatura”.
Y sin embargo la arrolladora personalidad que poseen todos y cada uno de sus textos –sean concienzudos o de circunstancias-, la intensidad de pensamiento y emoción que transmiten son innegables. Ello se debe, sin duda, a una mente ágil, vivaz, sólida y con un enorme talento comunicativo que se objetiva en un prodigioso dominio del idioma. Y es que no es, en efecto, un pensador pionero: Quevedo es el escritor total. Da igual que escriba prosa o verso, que aborde cuestiones políticas, morales o mundanas, que reproduzca formas cultas o populares: todos sus textos llevan la marca indeleble de su estilo. Puede decir, a nuestros ojos actuales, las cosas más reaccionarias o, incluso, abyectas; puede decir las cosas más nobles y elevadas; pero muy pocos en la historia universal de la Literatura las han dicho con esa expresividad, esa imaginación, esa rotundidad y esa elegancia con que las ha dicho él. Y es que las palabras de Quevedo siempre pesan y siempre hieren: siempre interesan. En tanto que escritor de pura raza, Borges lo compara con Goethe y Joyce. Puede que sea acertada la comparación con el segundo, pero a quien más se asemeja en carácter es a Swift (Jonathan Swift, Dublín 1667-1745, fue un escritor satírico irlandés. Su obra más conocida, Los viajes de Gulliver). Y en el ámbito de la lengua española, sólo Valle-Inclán puede igualársele.
De su obra poética destacamos, hoy, sus sonetos: consumado ejemplo de perfección formal y tensión emotiva, y, sobre todo, imponente muestra de una escritura que, a través de los siglos, sigue latiendo con fuerza al empuje furioso de la vida.
CRÉDITOS: (Texto/voz/música):
Presentación/Fernando Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
1/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
2/María José Sampietro/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
3/Lola Orti/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
4/Ica Ventura/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
5/Elena Parra/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
6/Mingo España/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
7/Manuel Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
8/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
9/María José Sampietro/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
10/Lola Orti/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
11/Ica Ventura/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
12/Elena Parra/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
13/Manuel Alcaine/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
14/Mingo España/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
15/Néstor Barreto/ Jordi Savall- Lachrimae Caravaggio
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