Este evangelio nos presenta dos parábolas que Jesús utiliza para enseñar lecciones
espirituales utilizando ejemplos de la vida rural. En la primera parábola,
Jesús compara el Reino de Dios con una semilla que, una vez sembrada, crece y
da fruto por sí sola. En la segunda parábola, Jesús compara el Reino de Dios
con un grano de mostaza, que, aunque es la más pequeña de las semillas, crece y
se convierte en un gran arbusto.