Todos llevamos dentro ese monstruo que se alimenta de nuestras dudas, nuestros excesos, que necesita los vicios, las drogas, la comida, el sexo… para hacernos sentir placer, aunque sea fugazmente. El placer no es lo mismo que la felicidad, el placer es momentáneo, la felicidad es duradera.
Qué pasaría si usáramos ese monstruo para alimentar una verdadera felicidad? El mundo está lleno de herramientas que podemos usar, es nuestra responsabilidad y nuestra decisión usarlas para evolucionar o involucionar.
Se vale estar mal, se vale reconocer un problema, se vale pedir ayuda…, lo que no se vale es rendirse. Porque la felicidad tiene un precio, de ti depende si quieres pagarlo o no. Muchas veces te encontrarás al límite, por eso siempre tienes que recordar que no hay nada imposible, porque lo imposible sólo tarda un poco más.