Se trata de una percepción personalísima, claro, pero hoy miro En Lontananza a las calles de mi ciudad en torno a las tres de la tarde, horas de comida o de siesta, y noto que se pueblan de personajes extraños, de ambientes enrarecidos, de daimones, de escenas extravagantes.
Lo cuento de forma atropellada y quizá influenciado por haber vuelto al trabajo o por cómo, cuando yo era pre-adolescente y quería salir a la calle a esas horas, mi madre me advertía de que en esos momentos sólo había méndigos, así pronunciado, en forma esdrújula.