El aceite de oliva fue un producto esencial en el Imperio Romano. No sólo tenía uso doméstico, para alumbrarse con lamparillas, sino también cosmético y medicinal: para masajes, cuidados de la piel y excipiente para determinados remedios farmacéuticos de la época. Y por supuesto, en la cocina, donde el AOVE era el rey del Imperio. En el cierre hablaremos de alimentos para potenciar la inmunidad.