María creada para consuelo, compañía,... habitación de Dios encarnado, nos es dada por Voluntad Divina, con todas las prerrogativas divinas de las que Dios la doto para Sí, que Ella sea para tí lo que Dios pensó desde la eternidad, te invito a hacer oración el siguiente audio, si lo puedes hacer ante el Santísimo, mejor.
Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto.
Palabras de Jesús a su Madre María Santísima.
De las revelaciones a María Valtorta.
LA ETERNA BELLEZA DEL ALMA DE MI MADRE.
El alma tiene vida, existe desde el momento en que Dios la piensa.
La crea el Pensamiento de Dios.
El alma de mi Madre desde siempre es pensada por Dios.
Por tanto es eterna en su belleza, en la cual Dios ha vertido todas las perfecciones para recibir de ella delicia y confortación.
Está escrito en el Libro de nuestro antepasado Salomón, en Proverbios, él, te antevió, y por tanto, puede ser llamado profeta tuyo:
"Dios me poseyó al principio de sus obras, desde el mismo principio, antes de la Creación. Ab eterno fui establecida, al principio, antes de que fuera hecha la Tierra. No existían todavía los abismos y yo había sido ya concebida. No manaban aún las fuentes de las aguas, no habían sido asentadas aún las montañas sobre su pesada mole y yo ya existía. Antes de las colinas había sido dada a luz. Él no había hecho todavía la Tierra, ni los ríos, ni los fundamentos del mundo, y yo ya existía Cuando preparaba los cielos y el Cielo, estaba presente.
Cuando con ley inviolable cerró debajo de la bóveda el abismo, cuando afianzó en lo alto la bóveda celeste y colgó de ella las fuentes de las aguas, cuando fijó al mar sus confines y dictó a las aguas la ley de no superarlos, mientras echaba los cimientos de la Tierra, yo estaba con Él, dando orden a todas las cosas.
En medio de una constante alegría, jugaba en su presencia continuamente. Jugaba en el orbe".
¡Sí, oh Madre de la que Dios, el Inmenso, el Sublime, el Virgen, el Increado, estaba grávido, y te llevaba como al dulcísimo fruto de su seno, exultando al sentirte agitarte dentro de Él, dándole las sonrisas con las que hizo la Creación! Tú, a la que dio a luz al dolor para darte al Mundo, alma suavísima, nacida del Virgen para ser la "Virgen", Perfección de la Creación, Luz del Paraíso, Consejo de Dios, el cual, mirándote, pudo perdonar la Culpa, porque sólo tú, tú sola, sabes amar, como no sabe hacerlo toda la Humanidad junta.
¡En ti el Perdón de Dios! ¡En ti la Medicina de Dios, tú, caricia del Eterno en la herida infligida por el hombre a Dios! ¡En ti la Salud del mundo, Madre del Amor encarnado y del Redentor concedido!
¡Oh, el alma de mi Madre!
¡Fundido en el Amor con el Padre, te miraba dentro de mí, oh alma de mi Madre!...
Tu esplendor, tu oración, la idea de que tú me llevaras, eran eterno consuelo de mi destino de dolor y de experiencias inhumanas, de lo que significa para el Dios perfectísimo el mundo corrompido.
¡Gracias, Madre! He venido ya saturado de tus consuelos, he descendido sintiéndote sólo a ti, tu perfume, tu canto, tu amor...
¡Alegría, alegría mía!
Pero, oíd, vosotros que ahora sabéis que una sola es la mujer en la que no hay mancha, una sola la Criatura que no cuesta heridas al Redentor, oíd la segunda transfiguración de María, la Elegida de Dios.
Era una tarde serena de Adar. Estaban en flor los árboles en el huerto silencioso. María, desposada con José, había cogido una rama de árbol florecido para sustituir a la otra que había en su habitación. Hacía poco que María había venido a Nazaret, tomada del Templo para adornar una casa de santos. Y, con el alma tripartita (entre el Templo, la casa y el Cielo), miraba la rama florecida, pensando que con una parecida a ésa, florecida en modo insólito, una rama cortada en este hortezuelo en pleno invierno y que había echado flores como en primavera delante del Arca del Señor - quizás le había dado calor el Sol-Dios radiante en el lugar de su Gloria - Dios le había expresado su voluntad...
Y pensaba también que el día de la boda José le había llevado otras flores, aunque no como esa primera, que tenía escrito en sus pétalos ligeros: "Te quiero unida a José"...
Muchas cosas pensaba... Y pensando subió a Dios. Las manos se movían diligentes entre la rueca y el huso, e hilaban un hilo más delgado que un cabello de su joven cabeza...
El alma tejía un tapiz de amor, yendo diligentemente, como la lanzadera del telar, de la tierra al Cielo; de las necesidades de la casa, de su esposo, a las del alma, de Dios.
Y cantaba y oraba. El tapiz se formaba en el místico telar, se desenrollaba desde la tierra al Cielo, subía para perderse arriba...
¿Formado con qué? Con los hilos finos, perfectos, fuertes, de sus virtudes; con el veloz hilo de la lanzadera que Ella creía "suya", y, sin embargo, era de Dios: la lanzadera de la VOLUNTAD DE DIOS en la cual estaba arrollada la voluntad de la pequeña, grande Virgen de Israel, la Desconocida para el Mundo, la Conocida para Dios; su voluntad arrollada, hecha una con la VOLUNTAD DEL SEÑOR.
Y el tapiz se adornaba con flores de amor, de pureza, con palmas de paz, de gloria, con violetas, jazmines... Todas las virtudes florecían en el tapiz del amor que la Virgen de Dios extendía, invitante, desde la tierra hasta el Cielo.
Y, no bastando el tapiz, lanzaba su corazón cantando:
"Venga mi Amado a su jardín y coma el fruto de sus árboles frutales...
Baje mi Amado a su jardín, a la era de los aromas, a halagarse en los jardines, a recoger lirios.
¡Yo soy de mi Amado, y mi Amado es mío; Él que se halaga entre los lirios!".
Y, desde lejanías infinitas, entre torrentes de Luz, venía una Voz cual oído humano no puede oír, ni garganta humana formar.
Decía: "¡Cuán hermosa eres, amiga mía! ¡Qué hermosa!...
Miel gotean tus labios... ¡Un jardín cerrado eres tú, una fuente sellada, oh hermana, esposa mía!...", y las dos voces se unían para cantar la eterna verdad:
"El amor es más fuerte que la muerte. Nada puede extinguir o ahogar `nuestro' amor".
La Virgen se transfiguraba así..., así... así... mientras descendía Gabriel y la reclamaba, con su llamear, a la Tierra; uníale de nuevo el espíritu al cuerpo, para que Ella pudiera oír y comprender la demanda de Aquel que la había llamado "Hermana" pero que la quería "Esposa".
Palabras de la Virgen a Luisa Piccarreta:
La Reina del Cielo en el reino de la Divina Voluntad. Día 17.
Ahora hija de mi corazón préstame atención y escúchame, unos cuantos días antes del descenso del Verbo sobre la tierra, Yo veía el Cielo abierto y el Sol del Verbo Divino a sus puertas, como para mirar sobre de quién debía emprender su vuelo, para volverse celestial Prisionero de una criatura.
¡Oh! cómo era bello verlo a las puertas del Cielo, como vigilando y espiando a la afortunada criatura que debía albergar a su Creador; y a la Trinidad Sacrosanta observando la tierra no más extraña a Ella, porque estaba la pequeña María que poseyendo la Divina Voluntad había formado el reino divino donde podía descender seguro, como en su propia habitación, en la que encontraba el Cielo y los tantos soles de tantos actos de Voluntad Divina hechos en mi alma.
La Divinidad regurgitó de amor y se quitó el manto de justicia que desde tantos siglos había tenido con las criaturas, y se cubrió con el manto de misericordia infinita, y decretaron entre Ellos el descendimiento del Verbo, y están en acto de hacer sonar la hora del cumplimiento.
A este sonido Cielo y tierra quedan estupefactos y se pusieron atentos para ser espectadores de un exceso de amor tan grande y de un prodigio tan inaudito.
Tu Mamá se sentía incendiada de amor, y haciendo eco al amor de mi Creador quería formar un solo mar de amor, a fin de que descendiera en él el Verbo, mis plegarias eran incesantes, y mientras oraba en mi habitación, un ángel viene mandado del Cielo como mensajero del gran Rey, se me pone delante e inclinándose me saludó:
“Ave, ¡oh! María, Reina nuestra, el Fiat Divino te ha llenado de gracia. Ya ha pronunciado el Fiat porque quiere descender, está detrás de mí, pero quiere tu Fiat para formar el cumplimiento de su Fiat.”
Ante un anuncio tan grande, tan deseado por Mí, pero jamás había pensado que fuera Yo la elegida, quedé estupefacta y vacilé un instante, pero el ángel del Señor me dijo: “No temas Reina nuestra, Tú has encontrado gracia ante Dios, Tú has vencido a tu Creador, por eso, para cumplir la victoria pronuncia tu Fiat.”
Yo pronuncié el Fiat, y ¡oh! maravilla, los dos Fiat se fusionaron y el Verbo Divino descendió en Mí.
Mi Fiat que era valorado con el mismo valor del Fiat Divino, formó del germen de mi humanidad la pequeñita Humanidad que debía encerrar al Verbo, y fue cumplido el gran prodigio de la Encarnación. ¡Oh! potencia del Fiat Supremo, Tú me elevaste tanto, de volverme poderosa hasta poder crear en Mí aquella Humanidad que debía contener al Verbo Eterno, que Cielos y tierra no podían contener.
Los Cielos se estremecieron y toda la Creación se puso en actitud de fiesta, y recreándose de alegría cantaban sobre la casita de Nazaret para dar los homenajes y saludos al Creador humanado, y en su mudo lenguaje decían: “¡Oh! prodigio de los prodigios, que sólo un Dios podía hacer, la inmensidad se ha empequeñecido, la potencia se ha vuelto impotente, su altura inenarrable se ha abajado hasta el abismo del seno de una Virgen, y al mismo tiempo ha quedado pequeño e inmenso, potente e impotente, fuerte y débil.”