En esta sociedad capitalista, los empresarios junto a las llamadas élites culturales, actrices, escultores, pintores, literatos, cantantes, son quienes perciben rentas por encima del nivel medio. Junto a ellos, deportistas, arquitectos, médicos, ingenieros, modelos, etcétera. No importa si son hombres o mujeres, representan una minoría, pero gozan de popularidad, en parte gracias a sus fortunas y al éxito mediático. La prensa rosa les dedica cientos de páginas donde desnudan su vida privada, placeres, extravagancias, divorcios, amantes y hobbies. Todo en ellos es lujo. Sus viajes, fiestas, coches, yates, jets privados son noticia siempre. Parte importante de la población los consideran íconos, envidian su suerte y desearían ser como ellos.
Si por algún motivo son descubiertos, niegan la mayor, piden clemencia y perdón. Ante la evidencia, reconocen ser o haber sido propietarios de compañías offshore, pero agregan: las hemos cerrado. Como si el problema fuera un desliz pasajero, y no remitiera a un compromiso ético con la sociedad y el bien común. Su conducta la justifican como si de una agresión sexual se tratase, argumentando que sólo violaron a la víctima en una ocasión, pero decidieron no reincidir. En nuestro caso: defraudé un poquito.
Iera Herranz, una de las periodistas de laSexta involucrada en la investigación, nos explica el proceso.
Fuente: La rosa de los vientos
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