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Con la emigración antes de partir enfrentamos cambios que generan ansiedad, y al llegar toda la familia debe vivir un proceso de adaptación que requiere el auxilio de Hermes para tener la capacidad de adaptarse y movernos, y el auxilio de Hestia para hacer hogar en el nuevo lugar y no quedarse en el país de origen. Por último, como la decisión es tan difícil y mueve tanto, se debe evitar dar poder a nuestros hijos desde la culpa, ya sea complaciéndolos o “pobreciteandalos”.
Retomar la presencialidad también requiere un proceso de adaptación, no podemos olvidar que los niños y jóvenes estuvieron casi dos años recibiendo clases virtuales. Así como nos tomó tiempo pasar a la virtualidad y estar atentos a las necesidades que surgían, debemos en este momento tener la misma postura y no pensar que esto es igual a volver de vacaciones. Quizás enfrentemos lagunas de conocimientos o en los procesos adquiridos, y debemos evitar sobrecargar para compensar lo no aprendido. Todo lo contrario, siempre debemos cuidar el estado emocional de estos niños y adolescentes, así como el de nosotros como padres y docentes. Ahora, hay que pasar a la transición de no depender tanto de la virtualidad y de las redes; y aprender a aprovechar más esos vínculos presenciales y emocionales. Como padres seamos guías y modelos para fortalecer esos vínculos, respetando la naturaleza de nuestros hijos.
En mi experiencia, la adolescencia es la edad más vulnerable para la emigración y si tenemos la posibilidad de postergar la emigración, sería beneficioso. Si nos vemos en la necesidad de hacerlo, ya que es una decisión multifactorial, compleja; lo más recomendable es prepararnos con tiempo, no hacerlo de forma abrupta, dar apoyo terapéutico durante la adaptación, especialmente si ha habido señales de alarma previas: ansiedad, pocas destrezas sociales, bullying, duelos no elaborados, etc. Implica desarrollar identidad, pertenencia, el duelo por la niñez, la separación de los padres, proceso que ya es difícil, pero ahora en una nueva cultura con otros valores que hay que integrar. Seamos compasivos con ellos y con nosotros mismos.
Este año de #pandemia nos ha invitado a detenernos, discernir, depurar y encontrar dentro lo que no hemos encontrado en un frenético vivir afuera; a darnos cuenta que somos almas que necesitamos vínculos y no tanta cosas materiales. A admitir con humildad nuestra impotencia y volver al eros. Feliz 2021 y bendiciones para todos
Para Jung en el homosexual hay una represión. El elemento indiferenciado de la masculinidad en el hombre y de la feminidad en la mujer, en lugar de ser desarrollado en un nivel psicológico en las profundidades de la psique del propio individuo, se busca en un plano biológico a través de la fusión con ese otro del mismo sexo. Por lo tanto, no es una enfermedad que tiene que curarse, El homosexual tiene la tarea de descubrirse y darse cuenta del significado y razón del amor a otro de su propio sexo. Puede que el amor gay se parte de su autorrealización.
Un divorcio siempre es un duelo, y por lo tanto es doloroso, pero no necesariamente traumático. Prepararse cómo pareja y a los hijos ayudará a lidiar con eso. Pero también es vital todo el manejo a posteriori, del que les he hablado con el tema del conflicto de lealtades.
La disparidad de criterios confunde a los hijos, no saben qué se espera de ellos. Para llegar un acuerdo sin descalificarnos como padres, debemos preguntarnos juntos y dialogar, qué queremos (Valores) para nuestros hijos y cómo se logra esto (ejemplo y consistencia), entendiendo que cada niño viene con sus características individuales. Además, eso que mi pareja me pide hagamos por nuestros hijos, que me puede parecer muy opuesto a mí e incluso sin sentido, lo pide posiblemente por amor a ellos y preocupación; interferido por su historia personal. Entonces, no caigamos en lucha de poder, sino ayudémonos como equipo a ver nuestros miedos, complejos y sombras, para trabajar juntos en pro de nuestro objetivo.
Cuando hay disparidad entre los padres y no hacen equipo parental, los niños se confunden, no saben qué se espera de ellos, no saben que está bien o qué está mal. Hace alianza con el progenitor que le convenga para su objetivo y se propicia que el niño muestre conductas inadecuadas y luchas de poder entre los padres. Cada progenitor tiende a polarizarse para compensar lo que hace el otro y de lo que se trata es de que hagan equipo, aceptando sus diferencias individuales
Ya emigrar es una decisión, difícil, que requiere valentía y quizás tiene que ver con mi camino de individuación. Así como ha sido difícil y doloroso el divorcio, posiblemente hasta para mi quien quise divorciarme. Entonces, ¿Está mal emigrar?, ¿Sería abandonar a mis hijos o buscar mejores opciones para ellos y papa mi?. Es muy importante que el que se va revise el sentido de su “viaje” y no se llene de culpa, y del padre que se queda no sentirse víctima, abandonada, ni transmitir a sus hijos ese dolor. El que se fue posiblemente es muchos más y más valioso, que sólo un padre egoísta que solo pensó en él/ella.
Cómo hijo/hija me da rabia y me duele lo que ellos se han hecho en esta relación y con este divorcio, pero tengo que distinguir que eso no significa me lo hicieron a mi como hijo/a, por lo tanto, no me toca tomar partido, ni soy responsable de unirlos, ni de la separación; no necesitan de mi alianza para cuidarlos y defenderlos del otro, no es mi tarea juzgarlos. Ellos se eligieron y lo que les ocurrió como pareja es para su propio crecimiento. Mi tarea es ser hijo/hija y preservar mi vínculo con mi padre o mi madre como lo quiero y necesito tener.
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