En la Segunda Guerra Mundial, los zoológicos se convirtieron en testigos trágicos de la devastación, enfrentando amenazas de bombardeos y escasez de alimentos. En el Zoológico de Berlín, la violencia de los bombardeos aliados resultó en la muerte del primer ser vivo de la ciudad, un elefante. Los cuidadores tomaron medidas extremas, sacrificando animales y convirtiendo el parque de hipopótamos en una torre antiaérea. En Varsovia, Jan y Antonina Żabiński, fundadores del zoológico, transformaron el lugar en una granja para criar cerdos, sirviendo como fachada para el contrabando de alimentos y personas, salvando a más de 300 personas durante la ocupación nazi. Aunque estos actos demostraron valentía, también revelaron la degradación sufrida por quienes resistieron, asignándoles identidades animales para protegerse. La historia destaca la capacidad humana para resistir en medio de la brutalidad.