El valor de un producto es subjetivo. Esto significa que no existe un valor objetivo intrínseco que venga determinado por el costo de producirlo. En cambio, es la percepción del mercado, es decir, lo que los consumidores están dispuestos a pagar, lo que establece su precio.
Dicho de otro modo, no es el costo de producir un plato en un restaurante lo que define su precio en la carta. Por el contrario, el precio que los comensales están dispuestos a pagar delimitará cuánto puedes invertir en los costos de elaboración, como los ingredientes, la mano de obra o incluso la decoración del espacio. Interesante, ¿no?