Salmos 51:1-19 RVA2015:
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado. Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí. No me eches de tu presencia ni quites de mí tu Santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio; y si doy holocausto, no lo aceptas.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios. Haz bien a Sion con tu benevolencia; edifica los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto o la ofrenda del todo quemada. Entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.
Este es uno de los salmos más conocidos. También es uno de los salmos más conmovedores por la profundidad de las palabras del rey David, expresando su total humillación y dolor por haber pecado. Este salmo lo escribió después de haber sido confrontado por el profeta Natán y haber reconocido su gran falta ante Dios cuando pecó con Betsabé.
En este salmo podemos ver la actitud correcta cuando uno está arrepentido. Muchas veces reconocemos nuestra falta pero buscamos inmediatamente a quién culpar. En este caso, miramos a David asumiendo toda responsabilidad por sus actos. Esa es una señal de un arrepentimiento genuino. También reconoce que es una persona débil con tendencia a fallar.
Cuando una persona no está arrepentida por las acciones que haya cometido, toma una actitud de negación, tratando de hacerle creer a las personas que nada grave ha pasado. El “victimario” minimiza el daño y quiere convencer que todo es una exageración cuando es expuesto el daño y el pecado que ha cometido; y no reconoce el daño que le ha hecho a las personas que están a su alrededor, directamente a la víctima e indirectamente a los que lo rodean, a su prójimo.
En cambio, David aceptó lo que hizo y estaba dispuesto a aceptar la corrección y el juicio de Dios.
Tanto es el dolor que sintió David por las consecuencias de su falta, que sentía que su alma desfallecía; no era feliz y no podía disfrutar la vida. Ese es uno de los efectos del pecado. David le rogó al Señor que quisiera volver a experimentar esa alegría que se siente cuando uno tiene la conciencia limpia y volver a sentir esa libertad que uno disfruta cuando está en buenos términos con el Señor.
David tenía una relación muy bonita con el Señor pero, ese día, David sabía que se había alejado de Dios.
Esta posición de humillación y sinceridad lo lleva al punto de pedirle al Señor algo que todos debemos pedirle y es que nos dé un corazón limpio y que renueve nuestro espíritu, transformándolo a uno que busque la rectitud.
El Señor Jesús nos enseñó que todos los males que el hombre comete salen de su corazón. La Palabra de Dios nos dice que engañoso es el corazón del hombre. El corazón es el lugar donde todos nuestros deseos comienzan a planearse para que se hagan realidad, sean buenos o sean malos. David reconoció esto y...