En la iglesia de Cristo hay uno solo que merece todo el honor, alabanza y el reconocimiento, es Cristo.
No hay favoritos, no hay personas especiales, no hay grandes hombres o mujeres cristianas. Como tampoco no hay insignificantes hermanitos.
Si a alguno le toca alzar la vara de Dios que seria el símbolo de la enseñanza y la predicación de la palabra; a otros le toca el campo de la batalla diaria, misionando en la oficina, en la calle, en la universidad o en cualquier otro espacio que les toque estar.
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