Axel y Valentín se sacan las caretas. Puesto a enfrentar sus verdaderas identidades, el caos se cierne sobre ellos. Pero mientras tanto discuten de series, música y de cómo hacer de este planeta un lugar mejor convirtiendo lo que alguna vez fueron residuso en rico compost. Ñam, dicen las plantas. Ñam, ñam, efectivamente. Reflexionan, también, sobre cómo ya no se puede decir nada en redes sociales sin que salga algún gil a marcar el error. Quizá sea porque así es la vida. O quizá no.

Axel y Valentín se separan. No pudieron superar la terrible diferencia de que a uno le guste una estación del año y a otro otra. Sin embargo, y antes del final, dedican una buena hora a la filosofía de las pastas, la diversidad cultural, discusiones estratosféricas y sabiduría ancestral de la semana pasada.

Axel y Valentín no están hechos de agua potable. En este episodio exploran filtros, ovejas, grandes inventos y pocas pulgas. Además, cuentan la experiencia de haber sido retratados cuales nobles medievales y discuten la esencia misma del concepto de millennial. En exclusiva, una entrevista con el ex baterista de Rata Blanca que ahora tiene una pollería.

Axel y Valentín ponen la otra mejilla. Axel sigue convencido de ser igual a Joaquín Furriel. Se teme que la dura realidad lo haga caer contra el pavimento. En esta oportunidad toca hablar de documentales, de Silicon Valley y sus mentiras, malditos. Vení, acomodate, pero dejá el celular en esta bolsa porque no se permiten fotos.

Axel y Valentín graban sin tocarse las narices. No están en distintos países, ciudades o principados pero la vida es compleja y a veces hay que darle cabida a todo eso que nos enseñan los libros. En este episodio hablan de series futuristas distópicas, de películas de giles que pierden sus ahorros pero no se comen los mocos, pipas y vecinos insoportables que como muestra de agradecimiento tapan el baño. Es entendible que distintas culturas tengan distintas prácticas y rituales pero no queda del todo claro por qué justo el baño de Valentín fuera terreno sagrado para tan noble práctica.

Axel y Valentín inventan. Y cómo inventan. En esta oportunidad, colmada de suspenso, desde la condición de no ser multimillonarios se discute la vida de una de las personas más ricas del mundo que aparentemente también es buena persona. Además, ciencia, tecnología, innovación y salir bien en las selfies. Solo las ideas más robustas, conceptual y logísticamente, pasarán el filtro para materializarse en la forma de viajes a Cancún y el eventual fin de semana en San Bernardo. Por lo pronto, la pelota está en el aire.

Axel y Valentín esta semana durmieron en camas separadas. A miles de kilómetros. Axel desde San Francisco cuenta de sus aventuras a bordo de autos súper wachi guau que si les pedís manejan solitos, y Valentín se quedó en el molde, es decir, en Buenos Aires. Hasta donde pudo saberse no se subió a ningún auto interesante. Además, discuten acerca del existencialismo alemán, el problema del costo de vida en Silicon Valley y la moda de fumar que nos va a matar a todos. Finalmente, confiesan su afición por escucharse las voces.

Axel y Valentín saben nadar. En esta oportunidad conversan acerca de gastronomía, decoración de interiores y restauración de pisos. También exploran el peculiar mundo de Hollywood y el motivo por el cual es improbable ser el próximo Brad Pitt. Además, las siete diferencias entre un cactus y la realeza española. Por supuesto, no faltan los comentarios acerca de lo último en psicofármacos y danza jazz.

Axel y Valentín se hacen los vivos una vez más. Entre una que otra boludez, como que uno se emborrachó y se puso un aro en la lengua y en un pezón, y el otro se puso contento por subirse a una bicicleta. No cuesta tomarles cariño. Además, cómo hacer tragos con whisky y todo acerca de Hollywood y la ciencia. Sin hielo, por favor.

Axel y Valentín no saben cocinar. Pero por fortuna en este episodio hay un nuevo despliegue gastronómico, directo desde Francia. Además, robos, persecuciones, alta tecnología, ineptitud policial, proyectos de ultra ciencia todo mal, y del incomparable placer de tomar cerveza artesanal de arriba. Nos vemos en el corso.