Fue un viaje duro, y la marcha se hizo fatigosa y lenta. La cueva era fr�a, como rec�mara de oso, y oscura, como caja de muerto.
Producto de la herida de bala, Villa se encuentra en estado febril. Y en esa condici�n, inicia la marcha en la guay�n, rumbo a los �lamos, cruz�ndose en el camino con carrancistas que no sospechan que herido, viaja el general. Cuando bien llegaron a su destino, Villa les pide abandonar la guay�n, improvisar una camilla, y subir por una serie de escarpados hasta localizar una cueva donde estar� a salgo y seguro de los gringos que andan tras de �l. La fiebre no baja y en su delirio Villa siente que su fin est� cercano. Entonces le ordena a Tiburcio que si llegara a morir lo incinere, pues no quisiera que el enemigo se llevara una parte de �l.