Cerca de las 2 horas de la mañana del 7 de abril, un grupo de hombres armados irrumpió en un centro de rehabilitación de drogas en la ciudad de Culiacán, México, y reunió a las 20 personas que vivían allí.
El director del centro, ubicado en una tranquila calle residencial cerca de un mirador y una iglesia católica, intentó razonar con ellos. “Somos gente de Dios”, suplicó. No sirvió de nada. Los atacantes abrieron fuego, ejecutaron a ocho personas e hirieron gravemente a otra que moriría, posteriormente, en un hospital cercano.
Uno de los sobrevivientes aseguró que habrían muerto muchas más personas si algunas armas de los agresores no se hubieran encasquillado. Finalmente, los atacantes huyeron llevándose por la fuerza al director, cuyo cuerpo sería encontrado, por las autoridades locales, al día siguiente, abandonado en otro barrio del sur de Culiacán.
Las nuevas reglas de juego en la última guerra criminal de Sinaloa | Escrito por Parker Asmann y Victoria Dittmar, y leído por Daniel Reyes.
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