Sueco, rubio, bien parecido, atractivo, encantador y con una izquierda fuera de lo común: con el balón entre los pies, Lennart Skoglund hizo literalmente lo que quiso, para el deleite de los aficionados del Inter (diez mil de ellos vinieron a darle la bienvenida a Milán en el verano de 1950). Junto a Benito Lorenzi formaba un par de delanteros de clase y carácter, que forjaron la fortuna de los negriazules durante una década. Skoglund terminó su carrera en Suecia: allí es una leyenda donde dejó un recuerdo imborrable en todos los que que le vieron jugar. Un genio del fútbol, impredecible dentro y fuera del campo, una gran historia de la humanidad e interismo.