A comienzos del siglo XVI una revolución en el ámbito religioso sacudió, dividió y sumió en la guerra a Europa. La reforma protestante, que cuestionaba la autoridad de la iglesia católica para interpretar correctamente las Sagradas Escrituras, implicaba un abierto desafío al Vaticano. En este contexto surgió un reordenamiento de la doctrina católica, la persecución del protestantismo y un despiadado intento por borrar toda disidencia. Todo ritual, creencia o práctica que no fuera indicada por el Vaticano era considerado un signo de herejía, y como tal, debía ser combatido. Comenzaba la caza de brujas en Europa, y con ella, la producción de doctrinas y manuales que permitieran a los Inquisidores reconocer los poderes de las brujas y los demonios. El Malleus Maleficarum de Sprenger y Kramer, publicado por primera vez en 1486, forma parte de lo establecido por los estudiosos católicos sobre las capacidades de los demonios para engendrar vida con los humanos mediante la posesión de sus cuerpos, considerando a esta posibilidad un hecho tan real como la existencia de brujas que traerían consigo el fin de los tiempos.