Vivimos en un mundo obsesionado con las etiquetas. Todo el rato clasificamos: ¿dentro o fuera?, ¿de los buenos o de los malos?, ¿conmigo o contra mí?Y, sin darnos cuenta, esa misma mirada la llevamos a la fe… incluso hacia nosotros mismos.Pero Jesús no funciona así.En Lucas 5, Jesús mira a un recaudador de impuestos —a alguien que nadie habría elegido— y le dice dos palabras que cambian su historia para siempre: “Sígueme”.Este mensaje es una invitación a dejar atrás nuestras listas, nuestros miedos, las categorías que nos alejan de Dios y de los demás… y a recordar que Jesús nos ha llamado por nuestro nombre, no por nuestro currículum espiritual.