Hoy en Laberinto Criminal os traemos un caso reciente que sacudió a la tranquila ciudad de Bristol en 2015, en el sur de Inglaterra. Es febrero de ese año, una semana de vacaciones escolares de medio trimestre. Becky Watts, una joven de 16 años, sale de su casa a plena luz del día, sin avisar a nadie a dónde se dirige. Lo que parecía una salida rutinaria se convierte en un misterio cuando Becky no regresa ni da señales de vida.
Becky era una chica que había enfrentado desafíos personales. Había luchado contra problemas alimentarios, posiblemente derivados del acoso que sufrió en la escuela, pero estaba en proceso de recuperación y parecía estar en un buen momento. Su repentina desaparición dejó a su familia y amigos sumidos en la incertidumbre y el miedo. Hoy os contamos la desgarradora historia de Becky Watts.
Es jueves 19 de febrero de 2015 cuando Becky desaparece de su hogar en Bristol. Su familia, inicialmente despreocupada, asumió que había pasado la noche en casa de una amiga. Sin embargo, al día siguiente, la inquietud comenzó a crecer: Becky no había regresado y nadie parecía saber nada de su paradero.
Becky vivía con su padre Darren Galsworthy y su madrastra Angie desde que tenía tres años. Su vida no había sido fácil. Era una joven menuda, reservada en público, pero con una personalidad alegre y divertida cuando estaba con sus amigas. A pesar de parecer una adolescente común, Becky cargaba con inseguridades profundas. Había luchado contra la anorexia desde los 12 años, y aunque estaba en proceso de recuperación, todavía temía ser rechazada o incluso secuestrada.
La historia de Becky y su familia comenzó mucho antes de su desaparición. Darren conoció a Angie durante su época de estudiantes, y aunque entre ellos surgió un flechazo, la relación no prosperó porque ella estaba comprometida con otra persona. Darren continuó con su vida, y más tarde se casó con Tania, con quien tuvo un hijo, Dani. Sin embargo, el matrimonio fue tormentoso. Las discusiones eran constantes y en más de una ocasión, Tania echó a Darren de casa en medio de sus enfados. Finalmente, Darren decidió no regresar, y la pareja se separó.
Tras la separación, Darren cuidaba de Dani los fines de semana, mientras mantenía una relación tensa con Tania. Meses después, Tania le informó de que estaba embarazada nuevamente. Darren dudó de que el bebé fuera suyo, pero cuando Becky nació, fue al hospital con Dani para conocerla. En cuanto la vio, sintió un amor inmediato por la niña, aunque las circunstancias no le permitían estar con ella tanto como quería.
Darren comenzó a llevar a Dani con él los fines de semana, pero Tania le impuso un ultimátum: o se llevaba a los dos niños o no podía llevarse a ninguno. Sin recursos para realizar una prueba de paternidad ni pagar más pensión, Darren aceptó, convencido de que Becky no era su hija biológica. A pesar de sus dudas, desarrolló un profundo cariño por Becky y con el tiempo, sus gestos y ojos le confirmaron que ella era, sin duda, su hija.
Cuando Becky tenía dos años, Darren se reencontró con Angie, quien también había atravesado un divorcio difícil y tenía un hijo, Nathan, de 13 años. Durante el proceso de separación de su exmarido, Angie dejó a Nathan al cuidado de su abuela para protegerlo del ambiente conflictivo en casa. Nathan, contento con su vida y su colegio, decidió no regresar con su madre, y Angie aceptó su decisión.
Un año después, Darren y Angie comenzaron a vivir juntos. Los fines de semana, la casa se llenaba con la presencia de Dani, Becky y Nathan. Aunque parecía que todo iba bien, Darren empezó a notar que Tania descuidaba a los niños. Becky y Dani a menudo estaban mal vestidos y poco aseados. Tras varias discusiones infructuosas con Tania, los servicios sociales intervinieron y le quitaron la custodia de los niños.
Darren decidió luchar por la custodia de Becky y Dani, a pesar de las complicaciones legales que implicaba no ser el padre legal de Becky. Después de un proceso largo y difícil, logró que ambos vivieran con él y Angie de forma permanente. A pesar de las tensiones iniciales, Becky desarrolló una relación estrecha con Angie, quien siempre trató de ser un apoyo para ella.
Becky creció con inseguridades que se vieron exacerbadas cuando, durante una discusión, Nathan le reveló de manera cruel que Angie no era su madre biológica. Este descubrimiento la afectó profundamente y combinado con el acoso escolar que sufrió en su adolescencia, la llevó a desarrollar anorexia. Su familia trabajó incansablemente para apoyarla en su recuperación, ayudándola a ganar peso y trasladándola a un colegio especializado que le permitiera seguir su ritmo mientras recuperaba su salud.
A pesar de los desafíos, Becky estaba mejorando. Su padre y Angie la veían más feliz y confiada. Por eso, su desaparición dejó a la familia sumida en la angustia. Lo que al principio parecía una simple salida que se alargó demasiado pronto se convirtió en un misterio, y luego en una tragedia que conmocionó a toda una comunidad. La desaparición de Becky marcó un antes y un después en la vida de su familia, que nunca dejó de luchar por justicia para su hija.
Becky creció siendo una niña insegura, marcada por los complejos y las revelaciones dolorosas. Durante años, pensó que Angie, la esposa de su padre Darren, era su madre biológica. Sin embargo, todo cambió de forma abrupta cuando Nathan, su hermanastro mayor, lo desveló sin tacto alguno durante una discusión. Mientras Nathan y Dani debatían sobre cuál de sus madres «molaba más», Becky intervino, diciendo que ambos compartían la misma madre. Fue entonces cuando Nathan, once años mayor que Becky, le soltó que Angie no era su madre, que su verdadera madre había perdido la custodia. Aquella revelación, realizada sin sensibilidad, dejó a Becky emocionalmente afectada.
Con el tiempo, su inseguridad creció, alimentada por el acoso que comenzó a sufrir en la escuela a los 11 años. Sus compañeros se burlaban de su aspecto y su forma de vestir, comentarios que Becky llevó muy dentro. Como consecuencia, comenzó a sentirse gorda e insuficiente. Decidida a cambiar, se obsesionó con las dietas y el ejercicio físico, pero este camino la llevó a desarrollar problemas alimentarios. A los 12 años, fue diagnosticada con anorexia, una enfermedad que alteró la dinámica familiar. Becky se enfrentaba a constantes peleas con sus padres, quienes intentaban que terminara sus comidas, mientras ella luchaba contra sus propios demonios internos.
La enfermedad debilitó a Becky hasta el punto de que algunos días no podía siquiera asistir al colegio. Tras el diagnóstico, decidió que quería recuperarse, aunque el proceso fue complicado. Mientras en casa sentía el apoyo y el cariño de su familia, fuera de ella el rechazo y las burlas persistían. Becky y su familia llegaron a un acuerdo: ganar peso de manera gradual para evitar la hospitalización. Como parte de su tratamiento, fue trasladada a un colegio especializado en niños con problemas médicos, donde podía avanzar a su propio ritmo. Poco a poco, Becky comenzó a ganar peso y a recuperar algo de normalidad en su vida.
La familia parecía retomar cierta estabilidad, aunque las tensiones seguían presentes. Durante ese tiempo, Dani, el hermano de Becky, decidió irse a vivir con su madre biológica, pero mantenía buena relación con Darren y Angie. Mientras tanto, Nathan, su hermanastro, persistía en su actitud crítica y hiriente hacia Becky, algo que Darren y Angie intentaron frenar en varias ocasiones. A pesar de sus esfuerzos, parecía que Nathan encontraba placer en molestarla y hacerla sentir mal.
La situación se complicó más cuando Nathan comenzó una relación con una chica llamada Shauna. Un día, Nathan decidió presentarla en casa, lo que causó una gran inquietud en Darren, quien creía que la joven no tenía más de 14 años. Aunque Nathan aseguraba que Shauna tenía 19, Darren no estaba convencido. Molesto por el comportamiento de Nathan, le exigió que trajera una partida de nacimiento para demostrarlo antes de permitirles cenar juntos en familia.
Dos años después, Nathan regresó con la documentación. En ese momento, él tenía 22 años y Shauna, 16 recién cumplidos. Aunque lo que hacían ya no era ilegal, Darren no podía evitar sentirse incómodo. A pesar de esto, Nathan siguió adelante con su relación, y Becky, buscando agradar a la novia de su hermanastro, intentó acercarse a ella. Sin embargo, Shauna siempre la trató con frialdad y desprecio, lo que afectó aún más la autoestima de Becky.
En medio de estas tensiones, la familia recibió otro golpe inesperado: Angie fue diagnosticada con esclerosis múltiple. Su enfermedad se manifestó de manera repentina, comenzando con la pérdida total de visión de la noche a la mañana. Aunque recuperó la vista semanas después, pronto perdió la movilidad en las piernas, lo que confirmó el diagnóstico. Esta nueva dificultad añadió más presión a una familia que ya enfrentaba desafíos constantes.
Becky a sus 16 años parecía haber encontrado algo de estabilidad en su vida tras un periodo complicado. Sin embargo, hacía pocos meses había enfrentado un episodio que la desestabilizó nuevamente: un chico con quien había intercambiado fotos privadas la amenazó con difundirlas. Aunque finalmente no cumplió su amenaza, Becky volvió a caer en una espiral de inseguridad y problemas alimentarios. Sus amigas, siempre incondicionales, la apoyaron, y poco a poco comenzó a recuperar el ánimo. Empezó una relación con Luke, que parecía ir bien, mientras en casa la salud de Angie, su madrastra, continuaba deteriorándose debido a la esclerosis múltiple.
La enfermedad de Angie había llegado a un punto crítico; ya no podía valerse por sí misma y necesitaba ayuda constante. Shauna, la pareja de Nathan, hermanastro de Becky, asumió el papel de cuidadora, pasando la mayor parte del tiempo en la casa junto con su bebé. Esta dinámica hizo que Becky, acostumbrada a la rutina familiar, se sintiera incómoda en su propio hogar.
La noche antes de su desaparición, Becky había pasado el tiempo en casa de una amiga. Regresó la mañana del jueves 19 de febrero de 2015, cuando su padre, Darren, ya se encontraba en el trabajo. Angie, quien debía salir para una cita médica, la vio brevemente antes de marcharse y se despidió de ella. Esa sería la última vez que alguien en casa aseguró haberla visto.
Más tarde, Nathan y Shauna, que estaban en casa con su bebé, dijeron no haber notado nada extraño. Afirmaron no haber visto a Becky salir ni escuchado la puerta. Cuando Darren regresó del trabajo y Becky no estaba, no se alarmó; pensó que probablemente se había quedado con alguna amiga, como había hecho la noche anterior. Incluso Luke, el novio de Becky, pasó por la casa más tarde para preguntar por ella, ya que no se había presentado a su cita. Preocupado, dejó un mensaje en su contestador. Aun así, todos asumieron que Becky regresaría al día siguiente.
Esa noche, Nathan y Shauna se marcharon a su casa. Darren y Angie no se inquietaron demasiado cuando Becky no apareció para cenar, pensando que estaba disfrutando de sus vacaciones de fin de trimestre. Era común que Becky se quedara con sus amigas durante ese periodo de descanso.
El viernes 20 de febrero, Darren se levantó para ir a trabajar y Becky seguía sin regresar. Esto le pareció normal si había pasado la noche fuera. Sin embargo, alrededor del mediodía, Angie lo llamó desde casa, preocupada porque los amigos de Becky, incluidas sus mejores amigas y Luke, habían ido a buscarla. Ninguno de ellos había recibido noticias suyas desde el día anterior, y su teléfono seguía apagado. Becky tampoco había actualizado sus redes sociales, algo muy inusual en ella.
Esa falta de comunicación, tanto con su familia como con sus amigos, encendió las alarmas. Darren llamó a la policía para reportar la desaparición de Becky. A las 4 de la tarde, los agentes llegaron a la casa de la familia y comenzaron su investigación. Nadie sabía dónde había ido Becky al salir de casa el jueves por la mañana. No se había encontrado con ninguna amiga, ni tampoco se presentó a su cita con Luke.
Al revisar su habitación, los investigadores notaron la ausencia de su ordenador, su iPad y su teléfono móvil. Sin embargo, Becky no había llevado ropa, cepillo de dientes, ni su neceser de maquillaje, objetos esenciales para alguien tan cuidadosa con su aspecto como ella. Esto hacía que la hipótesis de que simplemente se había marchado a casa de una amiga resultara poco convincente.
Lo más inquietante era que nadie parecía haberla visto el día 19 fuera de su casa. Su desaparición no solo dejó perpleja a su familia, sino que también despertó la inquietud de toda la comunidad. Las preguntas se acumulaban, y las respuestas no llegaban: ¿dónde estaba Becky? ¿Y por qué nadie sabía nada de ella?
A partir de ese momento, la policía toma declaración al padre de Becky, Darren, a su esposa Angie y a Dani, el hermano de Becky, quien vive desde hace un tiempo en casa de su madre. Ninguno de ellos cree que Becky haya desaparecido por voluntad propia. Coinciden en que no sería propio de ella, ya que no tenía problemas en casa ni con ellos. Tania, la madre de Becky, destaca lo extraño que resulta que Becky desapareciera precisamente el 19 de febrero, día del cumpleaños de Dani. Además, menciona que no había visto a su hija en al menos tres semanas.
El 23 de febrero, cuando Becky lleva cuatro días desaparecida, la familia lanza una campaña en redes sociales, principalmente en Twitter, con el hashtag #FindBecky (Encontrad a Becky), logrando alcanzar a dos millones de personas. Darren y la abuela materna, Pat, ofrecen una rueda de prensa pidiendo ayuda a los medios de comunicación. Difunden imágenes y videos de Becky, dirigiéndose directamente a ella para transmitirle que no habrá consecuencias negativas si regresa, asegurándole que solo quieren que vuelva a casa. Incluso Pat le dice que si lo prefiere, puede quedarse en su casa el tiempo que necesite.
La familia también se dirige a cualquier amigo o amiga que pudiera estar ayudando a Becky a ocultarse, pidiéndoles que reflexionen y se comuniquen para informar sobre su paradero. Aunque desean creer que Becky se marchó voluntariamente, les resulta difícil aceptar esa posibilidad. Aseguran que no había tensiones en casa, prohibiciones o castigos. Por ello, empiezan a temer que alguien le haya hecho daño. La preocupación de que Becky pudiera haber sido víctima de violencia sexual también surge, especulando que tal vez se encontró con alguien que le hizo daño.
En medio de la campaña en redes sociales, Darren lanza un mensaje contundente en Facebook dirigido a padres, instándolos a observar cuidadosamente a sus hijos y sus pertenencias, mencionando que incluso un rastro de sangre en una prenda podría ser relevante. Aunque luego se disculpa por sus palabras, explica que fueron motivadas por la desesperación de no saber nada sobre Becky tras días de búsqueda.
Darren insiste en que su hija no habría huido por voluntad propia, describiéndola como una persona extremadamente tímida. La policía, sin embargo, sigue sin pistas claras. Nadie vio a Becky el día 19 ni después. Se realizaron búsquedas en parques, jardines, estanques y bosques cercanos sin resultados. Las investigaciones se centran en las últimas personas que vieron a Becky: Shauna y Nathan, quienes estaban en casa con ella ese día. Según ellos, solo escucharon la puerta al cerrarse y no saben con quién se fue.
El 27 de febrero, la policía amplía las búsquedas a lugares más distantes, como parques urbanos, reservas naturales, muelles y lagos. Paralelamente, investigan un vehículo Opel Zafira negro que testigos afirman haber visto en la zona en los días cercanos a la desaparición. Aunque logran obtener la matrícula, esta información no conduce a nuevas pistas.
El 28 de febrero, Angie recibe una llamada que la deja devastada: Nathan y Shauna han sido detenidos en relación con la desaparición de Becky. Darren informa a los medios sobre las detenciones, aunque evita entrar en detalles. Mientras mantiene la esperanza de que Becky esté viva, admite que también se están preparando para lo peor.
Nathan, hermanastro de Becky de 27 años, y Shauna, de 21, fueron las últimas personas en declarar y quienes mostraron más resistencia al hacerlo. Ambos afirmaron haber estado en casa con el bebé mientras Angie, quien padece esclerosis múltiple, descansaba. Nathan asegura que su coche estuvo aparcado todo el día en la entrada de la casa y que no notaron nada inusual. Sin embargo, sus declaraciones, pese a ser cronológicamente detalladas, levantan sospechas en los investigadores, quienes las interpretan como preparadas de antemano.
El comportamiento de ambos también resulta extraño. Nathan muestra una actitud fría durante el interrogatorio, incluso expresando que no tenía buena relación con Becky porque según él, ella no trataba bien a su madre. Por su parte, Shauna sonríe constantemente, llegando a reírse en algunos momentos, lo que desconcierta aún más a los investigadores. Aunque la policía no les cree, aún no tiene pruebas contundentes en su contra.
Las búsquedas continúan, con equipos revisando bosques, parques y otras localizaciones mientras un helicóptero sobrevuela zonas donde podría haberse arrojado un cuerpo. La investigación sigue abierta, con la familia de Becky colaborando activamente en las labores de búsqueda, pero hasta el momento, el paradero de la joven sigue siendo un misterio.
La investigación lleva a la policía nuevamente a la casa de Becky, esta vez acompañados por un equipo de criminalistas. Durante la inspección, descubren rastros de sangre en la puerta de la habitación de Becky, específicamente en el marco y en varios puntos del suelo, a distintas alturas. Aunque la sangre no es visible a simple vista debido a que ha sido limpiada, el uso de luminol permite detectarla. En una de las manchas iluminadas, los investigadores encuentran una huella dactilar claramente marcada sobre la sangre, lo que indica que fue dejada después de que esta se derramara.
A primera vista, todo parece limpio, pero el análisis revela que las manchas de sangre no son producto de un accidente. La disposición y las salpicaduras sugieren que se produjo un ataque violento en ese lugar. Para confirmar si la sangre pertenece a Becky, obtienen una muestra de ADN de su cepillo de dientes y verifican que coincide. Sin embargo, la huella dactilar hallada no es de Becky, sino de su hermanastro Nathan, lo que lleva a la policía a proceder con su detención.
Han pasado nueve días desde la desaparición de Becky y la incertidumbre sobre su destino sigue presente. Aunque no tienen la certeza de si está viva o muerta, la evidencia apunta a que algo terrible ocurrió. Nathan, al ser detenido, niega cualquier relación con la desaparición de su hermanastra. La policía le informa que cuentan con pruebas en su contra, aunque no le detallan cuáles. Pese a ello, él mantiene su versión y niega su implicación.
Mientras tanto, los investigadores registran la vivienda de Nathan y Shauna. La casa se encuentra en un estado deplorable: sucia, desordenada y llena de trastos y cajas por todas partes, evocando un claro desorden acumulativo similar al síndrome de Diógenes. Este escenario contrasta con la limpieza anormal de la bañera, que destaca por ser el único elemento reluciente en todo el lugar. Este hallazgo refuerza las sospechas de los agentes de que Becky pudo haber sido atacada y su cuerpo manipulado en esa misma casa.
Durante la primera inspección visual, la policía busca cualquier señal de Becky, realizando un barrido rápido por la casa. El desorden es generalizado: bolsas y cajas están esparcidas por el suelo en todas las habitaciones, y la suciedad cubre casi cada rincón. Sin embargo, un detalle llama la atención en el baño: la bañera está impecable, brillando en contraste con el resto del lugar. Esta limpieza inusual resulta sospechosa, por lo que aplican luminol y luz azul, revelando que hubo una gran cantidad de sangre en la bañera. A partir de este descubrimiento, las esperanzas de que Becky siga con vida se desvanecen.
La inspección a fondo de la vivienda continúa, revisando cada rincón repleto de objetos acumulados. En su búsqueda, encuentran dos pistolas eléctricas y en el comedor, varios recibos de compra fechados el 20 de febrero, un día después de la desaparición de Becky. Los artículos adquiridos incluyen gafas de protección, guantes y una sierra circular, lo que lleva a la policía a sospechar que Becky fue descuartizada en esa misma bañera.
Nathan sigue negando su implicación en la desaparición de su hermanastra. A pesar de las pruebas acumuladas, insiste en que no tiene nada que ver con los hechos. Para el 1 de marzo, los investigadores le informan de que cuentan con más evidencias que en los días previos, pero él persiste en su negación. Mientras tanto, aún no se confirma si los restos de sangre hallados en la bañera pertenecen a Becky, por lo que la policía continúa reteniéndolo, esperando que confiese o que aparezcan pruebas concluyentes.
El 2 de marzo, cuando está por expirar el plazo máximo para mantener detenidos a Nathan y Shauna sin presentar cargos formales, un juez concede a los investigadores 36 horas adicionales para continuar interrogándolos. Durante este tiempo, Nathan redacta una confesión en la que afirma que estaba cansado del comportamiento de Becky hacia Angie. Es importante señalar que esta acusación no está respaldada por nadie más; por el contrario, familiares y conocidos coinciden en que la relación entre Becky y Angie era excelente, considerándose mutuamente madre e hija.
A pesar de esta falta de fundamento, Nathan sostiene en su confesión que estaba harto del supuesto mal trato de Becky, una adolescente 11 años menor que él. Según su relato, decidió «darle un escarmiento», iniciando así un plan que derivaría en el trágico desenlace de la joven.
En su confesión, explica que planeaba secuestrar a Becky y llevarla a un bosque para exigirle que cambiara su actitud en casa. Detalla que se puso una máscara para que ella no lo reconociera y entró en su habitación con la intención de llevársela por la fuerza. Había llevado consigo una gran bolsa en la que planeaba meterla, unas esposas y una pistola eléctrica.
Según su relato, Becky logró quitarle la máscara y descubrió que era él. En ese momento, él perdió el control, se puso nervioso y le tapó la boca con la mano, causando su asfixia. También menciona que todo esto ocurrió mientras Shona había salido al jardín a fumar, por lo que no presenció nada.
Posteriormente, sin que Shona lo notara, escondió el cuerpo de Becky en el maletero de su coche, que estuvo aparcado durante todo el día en el camino de acceso a la casa. Tras firmar la confesión, los agentes la leyeron en voz alta, pero él se negó a escucharla, se tapó los oídos con las manos y escondió la cabeza debajo de la mesa. Finalmente, fue detenido por homicidio.
Los agentes informaron a Shona, quien, según ellos, no mostró ninguna reacción. Al día siguiente, cuando le preguntaron si estaba al tanto de lo ocurrido, Shona afirmó que no sabía nada hasta que la policía se lo comunicó. Después de entregar la confesión, lograron que Nathan revelara dónde había escondido el cuerpo.
Nathan confiesa que el cuerpo de Becky se encuentra en la caseta del jardín de un amigo suyo, cerca de su casa. El 3 de marzo, la policía localiza el cuerpo desmembrado de Becky, envuelto en bolsas de plástico y guardado en varias cajas y maletas dentro del cobertizo señalado por Nathan. Para el padre de Becky y su esposa, el descubrimiento es devastador en dos niveles: no solo confirman que Becky ha sido asesinada, sino que el responsable es el hijo de la mujer que la crió como a una hija. Aunque Nathan no era su hermano biológico, siempre habían sido tratados como si fueran parte de la misma familia.
Tras el hallazgo, la policía detiene a cinco personas más. Una de ellas es liberada en pocas horas sin cargos, pero las otras cuatro son acusadas de colaborar con un delincuente. Entre los detenidos están el amigo de Nathan y la novia de este, quienes vivían en la casa donde se encontró el cuerpo. A pesar de la confesión de Nathan, la policía duda de que su versión sea completamente verídica, pero de momento es suficiente para acusarlo formalmente.
En cuanto a Shona, la policía no tiene claro cuál fue su papel en los hechos. Aunque no creen que sea inocente, por ahora solo pueden acusarla de pervertir el curso de la justicia, es decir, de mentir en sus declaraciones. En las semanas siguientes, la investigación se centra en la casa de Nathan y Shona, así como en sus dispositivos electrónicos.
Durante esta etapa, los investigadores descubren indicios perturbadores que les llevan a pensar que el motivo del secuestro y asesinato de Becky podría haber sido de índole sexual. No se trató de celos ni de un mero conflicto personal; las evidencias apuntan a que tanto Nathan como Shona fantaseaban con mantener relaciones sexuales con una joven de apariencia colegial. Este giro en la investigación profundiza aún más el horror del caso.
A Nathan le gustan las adolescentes como Becky, bajitas y delgaditas. Le gustan las violaciones y los secuestros y tiene vídeos porno descargados en su ordenador con pseudo colegialas y chicas a las que en la ficción pornográfica son violadas. Los investigadores lo saben no solo por los vídeos que tienen descargados sino por el historial de búsquedas en internet.
También se encontraron videos en su ordenador, algunos de ellos de carácter amateur, que aparentan ser grabaciones de delitos reales. Tiene vídeos de violaciones a chicas a las que están tapando la boca que parece que es lo que intentaban hacer con con Becky. Podría parecer que se trata únicamente de un asunto relacionado con Nathan, pero en el teléfono de Shona también se encontraron registros de visitas a páginas con contenido similar. Asimismo, la policía logró recuperar una serie de mensajes eliminados entre ella y Nathan, los cuales resultaron ser clave en el desarrollo de la investigación.
En estos mensajes hablan en diversas ocasiones sobre tener sexo con adolescentes. En uno de ellos, Shona bromea con tener un trío con una colegiala y le dice a Nathan que le lleve un par de colegialas. Y en otro, ella es la que propone que secuestren una colegiala y la escondan en su desván para usarla como esclava sexual.
No siempre eran bromas las que iniciaban los intercambios. Es importante aclarar que Shona participaba activamente en estas dinámicas, siendo frecuentemente quien sacaba los temas y comenzaba las conversaciones. Incluso, ambos compartían fotos para mostrar al otro las chicas que les gustaban.
La autopsia de Becky no logró determinar con certeza la causa exacta de su muerte, pero las autoridades concluyen que probablemente fue asfixiada. Las pruebas sugieren que le taparon la boca hasta que falleció, ya que presentaba hematomas en el rostro. Sin embargo, estas lesiones también podrían haber sido causadas por un ataque o forcejeo previo. Lo que resulta aún más perturbador es que Becky tenía 15 puñaladas en el abdomen, infligidas después de su muerte. En el juicio, Nathan declaró que realizó estas heridas para simular que Becky había muerto desangrada antes de ser desmembrada en la bañera. Además, presentaba lesiones faciales compatibles con el uso de un destornillador. Nada en esta escena apunta a una broma pesada que salió mal; por el contrario, tanto la fiscalía como los investigadores consideran que se trató de un crimen premeditado y planificado, aunque su ejecución no salió como lo habían planeado.
La hipótesis principal de los investigadores es que el objetivo era secuestrar a Becky para mantenerla como esclava sexual en el desván. También se encontraron pruebas que implican a Shona en este plan: su ADN apareció en las gafas de protección utilizadas durante el desmembramiento del cuerpo con una sierra circular. Esto refuerza la teoría de que como mínimo, Shona colaboró en la tarea de descuartizar el cadáver.
El juicio comenzó el 6 de octubre de 2015. La acusación argumentó que el crimen era parte de un intento de secuestro con una motivación sexual. Según las conclusiones, Becky fue asfixiada en su habitación y luego su cuerpo fue trasladado al maletero de un coche estacionado cerca de la casa, mientras su familia en el interior intentaba averiguar su paradero.
El 11 de noviembre de 2015, tras una deliberación de apenas tres horas y media, el jurado declaró a Nathan culpable de asesinato y a Shona culpable de manslaughter, una figura jurídica del derecho británico que no tiene un equivalente exacto en España. Esta categoría se encuentra entre el homicidio involuntario y el voluntario, e implica causar daño con intención, pero sin el objetivo explícito de matar. Ambos también fueron encontrados culpables de complot para secuestrar.
La sentencia se dictó unos días después. Nathan fue condenado a cadena perpetua, con un mínimo de 33 años antes de poder solicitar libertad condicional. Shona, por su parte, recibió una condena de 17 años, pero sin un mínimo obligatorio de cumplimiento, lo que significa que podría ser liberada tras cumplir una fracción de su pena, según lo establecido por la legislación británica.
En cuanto a los otros cuatro acusados, dos fueron absueltos. No obstante, el propietario de la casa donde se ocultó el cadáver y su pareja fueron condenados como cómplices por encubrimiento. Ambos admitieron haber sospechado que los bultos que almacenaron contenían algo ilegal, aunque afirmaron no saber que se trataba de un cadáver. Por ocultarlo, recibieron 10.000 libras. Nathan fue sentenciado a dos años de prisión, mientras que la mujer recibió una condena de 16 meses.
Tras todo esto, los padres de Nathan, Darren y Angie, permanecieron juntos. Angie siente un profundo rechazo, junto con rabia y tristeza, por lo que su hijo hizo a Becky, a quien quería como a una hija. Sin embargo, no puede dejar de querer a Nathan.
Así concluye la trágica historia de Becky Watts.