El ser humano de hoy va descubriendo que la sexualidad es una maravilla obsequiada por la naturaleza para su disfrute y alegría. Poco a poco van quedando atrás los tabúes acerca de cómo nuestro cuerpo y mente son fuentes de placer, y no de vergüenza. Los rancios jueces, que imponían restricciones al gozo a través de nuestros sentidos, van siendo aplastados por las evidencias científicas.
El entendimiento cada vez más preciso de la conciencia y las funciones del cerebro, ha otorgado un valor superlativo al goce y placer de la sexualidad de las especies como un elemento de enorme valor para la resiliencia de la vida misma en la tierra. El motor del continuo proceso evolutivo, entre enormes dificultades cósmicas, ha tenido un motivador común: la copulación placentera.
Desde la salida al mercado literario del Volumen 1 de esta serie, se demostró que el erotismo escrito como forma de arte tiene un enorme valor para el autodescubrimiento. Mediante el uso de nuestras redes sociales, hemos comprendido las motivaciones de personas de todos los géneros, y uno de sus mayores intereses es conocer sobre cómo producirse placer o cómo compartirlo en pareja.
Se ha comprobado que el erotismo escrito es un estimulante producto para la curiosidad sexual. No hay nada que el usuario de este género literario no quiera conocer, aunque no pretenda practicarlo. La necesidad de comprender las experiencias hedónicas en la exploración de sus cuerpos va dejando, cada vez más, de generar un látigo retroactivo de culpa moral.