Uno de los primos del rey Arturo era un principito que había sido encontrado en una pocilga. El porquero que lo encontró, sin embargo, sabía que era un príncipe, y lo llevó al palacio del rey, donde, al cabo de poco tiempo, el rey lo reconoció como heredero del reino. La madre del príncipe había muerto, pero su madrastra, que lo quería mucho, estaba decidida a que se casara dignamente. Por eso, cuando creció, le dijo que solo una princesa en todo el mundo era digna de él, y esa era la princesa Olwen.
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