Share Literal poesía y narrativa en podcasts
Share to email
Share to Facebook
Share to X
By Giuliana Flor de María Llamoja
The podcast currently has 7 episodes available.
Procura de la poesía
Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras. Mi alma rusa de entonces, en aquel pueblecito de once mil almas y cura publicista, amparó la soledad de la muchacha más fea con un amor grave, social, sombrío, que era como una penumbra de sesión de congreso internacional obrero. Mi amor era vasto, oscuro, lento, con barbas, anteojos y carteras, con incidentes súbitos, con doce idiomas, con acecho de la policía, con problemas de muchos lados. Ella me decía, al ponerse en sexo: eres un socialista, y su almita de educanda de monjas europeas se abría como un devocionario íntimo por la parte que trata del pecado mortal.
Mi primer amor se iba de mí, espantada de mi socialismo y mi tontería. «No vayan a ser todos socialistas...» y ella se prometió darse al primer cristiano viejo que pasara, aunque éste no llegara a los doce años. Sólo ya, me aparté de los problemas sumos y me enamoré verdaderamente de mi primer amor. Sentí una necesidad agónica, toxicomaníaca, de inhalar, hasta reventarme los pulmones, el olor de ella: olor de escuelita, de tinta china, de encierro, de sol en el patio, de papel del estado, de anilina, de tocuyo vestido a flor de piel —olor de la tinta china, flaco y negro—, casi un tiralíneas de ébano, fantasma de vacaciones... Y esto era mi primer amor.
Mi segundo amor tenía quince años de edad. Una llorona con la dentadura perdida, con trenzas de cáñamo, con pecas en todo el cuerpo, sin familia, sin ideas, demasiado futura, excesivamente femenina... Fui rival de un muñeco de trapo y celuloide que no hacía sino reírse de mí con una bocaza pilluela y estúpida. Tuve que entender un sinfín de cosas perfectamente ininteligibles. Tuve que decir un sinfín de cosas, perfectamente indecibles. Tuve que salir bien en los exámenes, con veinte —nota sospechosa, vergonzosa, ridícula: una gallina delante de un huevo—. Tuve que verla a ella mimar a sus muñecas. Tuve que oírla llorar por mí. Tuve que chupar caramelos de todos los colores y sabores. Mi segundo amor me abandonó como en un tango: un malevo...
Mi tercer amor tenía los ojos lindos y las piernas muy coquetas, casi cocotas. Hubo que leer a Fray Luis de León y a Carolina Invernizzio. Peregrina muchacha... no sé por qué se enamoró de mí. Me consolé de su decisión irrevocable de ser amiga mía después de haber sido casi mi amante, con las doce faltas de ortografía de su última carta.
Mi cuarto amor fue Catita.
Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado, a ropa interior, a repostería, a pan caliente, olores superpuestos y, en sí mismos, individualmente, casi desagradables, como las capas de las tortas, jengibre, merengue, etcétera. La suma de olores hacía de ella una verdadera tentación de seminarista. Sucia, sucia, sucia... Mi primer pecado mortal...
Don Apolinar Moscote, el corregidor, había llegado a Macondo sin hacer ruido. Se bajó en el Hotel de Jacob instalado por uno de los primeros árabes que llegaron haciendo cambalache de chucherías por guacamayas- y al día siguiente alquiló un cuartito con puerta hacia la calle, a dos cuadras de la casa de los Buendía. Puso una mesa y una silla que le compró a Jacob, clavó en la pared un escudo de la República que había traído consigo, y pintó en la puerta el letrero: Corregidor. Su primer disposición fue ordenar que todas las casas se pintaran de azul para celebrar el aniversario de la independencia nacional (...)
Rosquita, aunque no lo creas, te conozco demasiado. En la galería del cine de tu barrio eres el más ocurrente. Desde la triste soledad de la platea te he escuchado. Y un día de verano te he visto gorreando en el estribo de un tranvía de Chorrillos. (...) Pero también sé que a pesar de tus gracias, de tu risa y palomilla eres triste. Eres triste porque comprendes que un muchacho como tú puede perderse. Ahí no está el Príncipe de ladrón; Colorete, de "maldito" y casi, casi perdido; Cara de Ángel, de jugador, capaz de empeñar su camisa e irse desnudo, de noche, a su casa, por una mesa de billar; Carambola, bohemio y jaranero; y del Chino y del Corsario, mejor no hablar de ellos. Pero tú quieres ser bueno: lo sé. Si en algo has fallado ha sido por tu familia, pobre y destruida; por tu Quinta, bulliciosa y perdida; por tu barrio, que es todo un infierno; y por tu Lima. Porque en todo Lima está la tentación que te devora: billares, cine, carreras, cantinas. Y el dinero. Sobre todo el dinero, que hay que conseguirlo como sea. Pero sé que eres bueno y que algún día encontrarás un corazón a la altura de tu inocencia.
Diarios de Alejandra Pizarnik
Heredé de mis antepasados las ansias de huir. Dicen que mi sangre es europea. Yo siento que cada glóbulo procede de un punto distinto. De cada nación, de cada provincia, de cada isla, golfo, accidente, archipiélago, oasis. De cada trozo de tierra o de mar han usurpado algo y así me formaron, condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen. Con las manos tendidas y el pájaro herido balbuceante y sangriento. Con los labios expresamente dibujados para exhalar quejas.
(22 de julio)
La vida es una especie de complot. Recibo una carta de Clara Silva, desbordo ternura.Clara Silva te adoro. Eres una dulce melodía que disuelve mis huesos buscando mi alma. ¡Y la hallas ! ¡La hayas, Clara Silva !
(24 agosto / 1955)
Arturo me presento a unos amigos suyos. "Esta es Alejandra, la niña más dotada del mundo. Tiene todo lo que dios puede conceder a un ser humano y sin embargo esta siempre triste". Uno de ellos dijo que mi tristeza se manifiesta más en los labios que en los ojos. El mozo del café me preguntó " ,¿Y? Hoy también opina que la vida es mala?" Y se rió bondadosamente. Yo lo miré y solo se me ocurrió que usa dientes postizos. Me dió un acceso de risa.
Le dije a Arturo " Usted me hace fama de melancólica.
Contestó: es porque te quiero mucho.
(1956)
Oye Alejandra, niña triste de la ciudad: acá van tus poemas, esos trozos condensados de tu angustia, que tú has decidido historiar.
Hoy cumples 20 años y por eso te obsequias tus poemas vestidos de fiesta. Te has maquillado, puesto hermosa y tus labios apagan 20 llamas.
Pero la situación real es muy otra ¡Alejandra! Has vestido de fiesta a tu sangre, a tu angustia. Tú no lo quieres ¿Verdad ? Tú deseas escribir silenciosamente, esconderte, no mostrar los poemas a ser humano alguno. Hoy es carnaval. Y yo tengo 19 años, dos amores, mil libros y una foto de Picasso. Pero hoy se me cae el llanto al vacío porque pienso en la vida
Alejandra esta noche rogaremos.por nuestros compañeros de angustia: Pascal, Unamuno, Huidobro y Vallejo .
(1959)
Yo solo sería feliz en un mundo de esfinges. Sin palabras. Solo la música, el vino y los ojos más intensos del universo contemplándome.
De todas las maneras de producirse el amor y de todos los agentes de diseminación de ese mal sagrado uno de los más eficaces es ese gran torbellino de agitación que nos arrastra en ciertas ocasiones. La suerte está echada, y el ser que por entonces goza de nuestra simpatía se convertirá en el ser amado. Ni siquiera es menester que nos guste tanto o más que otros. Lo que se necesitaba es que nuestra inclinación hacia él se transformara en exclusiva. Y esa condición se realiza cuando -al echarle de menos- en nosotros sentimos, no ya el deseo de buscar los placeres que su trato nos proporciona, sino la necesidad ansiosa que tiene por objeto el ser mismo, una necesidad absurda que por las leyes de este mundo es imposible de satisfacer y difícil de curar: la necesidad insensata y dolorosa de poseer a esa persona. (Marcel Proust. En busca del tiempo perdido. Tomo I: Por el camino de Swann)
Literal
Mi nombre es Giuliana Llamoja, y periódicamente iré colgando lectura tras lectura. Cada una de ellas será un literal nuevo.
The podcast currently has 7 episodes available.