Hay una línea tan delgada entre querer ser la mamá “cool”… y convertirte sin darte cuenta en una mamá cómplice.
Esa que dice “sí” para evitar berrinches.
Esa que deja pasar cosas “porque no quiere traumar”.
Esa que tapa la culpa con permisos.
Esa que quiere ser amiga antes que guía.
Pero cuando dejamos de ser mamá guía, dejamos de enseñar respeto, estructura, pertenencia y límites.
Y ahí es donde todo puede cambiar… para mal.
En este episodio hablamos de lo que realmente diferencia a una mamá cómplice de una mamá guía:
cómo se ve cada una, qué consecuencias tiene en la infancia, la adolescencia y la vida adulta,
y cómo volver al camino del amor firme, del respeto y de la presencia emocional.
Porque educar no es gritar ni castigar.
Pero tampoco es permitirlo todo.
Educar es sostener, explicar, acompañar, marcar el camino… incluso cuando duela.
Ser mamá cómplice puede parecer amor.
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