En un barrio periférico de una ciudad del Pacífico viven escondidos 5 jóvenes estudiantes en una casa de seguridad. Llevan 10 meses sin salir y sin probar la carne o el pan. Se ha cumplido ya un año de las revueltas estudiantiles que desataron una crisis que ha dejado casi 400 muertos, 700 presos políticos, decenas de miles de exiliados y desplazados. Se sigue acumulando un dolor que parece haberse normalizado. En apariencia, podría pensarse que todo ha regresado a la calma, como afirma el discurso oficial, pero detrás, en los rincones más ocultos de Nicaragua, la resistencia sigue.

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