La vida adulta es una maratón de responsabilidades, pero a veces, el universo te regala un momento de calma. En este episodio, les cuento mi experiencia yendo a comer a lo de mis padres en un día de semana, algo que casi nunca pasa. Una invitación que se convierte en un respiro, donde la comida casera (y gratis), el delivery de helado y los tuppers llenos de comida me hicieron olvidar por un rato de tantas responsabilidades. Una queja muy light que demuestra que, aunque la vida adulta sea agotadora, siempre hay una pausa inesperada para recargar energías.
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