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Hay una voz interior que os recorre la médula a todos y cada uno de vosotros
que os susurra con prepotencia al oído: "No eres una persona normal".
Y entonces miras a tu alrededor y casi todo el mundo te parece que está más en la media que tú mismo.
Parecen más felices, aparentan menos inseguridades, tienen una vida más idílica, sus vacaciones son mejores que las tuyas, son más atractivos, su relación de pareja es más sana; presumen de una familia perfecta, de unos hijos perfectos; de coche nuevo, de amigos, y de cualquier cosa de la que pueda presumir el ser humano.
Y entonces, vacío.
Y la voz vuelve, y te lo repite: "Ojalá fueras tan normal como ellos".
Pero lo que no que te cuenta la voz es que todas y cada una de las personas de este mundo tienen dos ingredientes: Algo que les amarga profundamente la existencia y algo a lo que son adictos hasta límites insospechados.
Como tú mismo.
Y es que no hay nada de malo en que el ser humano sea avaricioso, prepotente, narcisista, manipulador para sus fines, orgulloso, vicioso, sexual, ansioso, ignorante o perezoso, porque serlo, es en definitiva, de lo más normal.
Va en el propio ADN del ser humano, y es algo que la sociedad con su juicio moral nunca lo cambiará.
A todos aquellos que de verdad se definan a sí mismos como "normales", les diré algo:
Os estáis conteniendo tanto por encajar en lo que los demás esperan de vosotros,
que estáis pasando por la vida de puntillas.
Rechazáis constantemente lo que sois, y con ello hacéis lo propio con vosotros mismos.
Os estáis olvidando de la única regla que existe para vivir,