Hace diecisiete años, tres después de no compartir más techo con ella ni con sus hermanos, mi hija mayor, Agustina, cumplió quince años.
No estuve allí. No fui invitado.
Hace apenas unos días, Valentina, mi hija más pequeña, celebró su boda.
Tampoco estuve.
Tampoco fui invitado.
Entre esos dos momentos —el de los quince de una, y el casamiento de la otra— se extendió un desierto: nunca fui parte de ninguno de los hitos de la vida de mis cuatro hijos. Ninguno.
Soy Pablo Mera. Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante. Algunos amigos todavía me dicen “Trompo”. Amo a Metallica y a Oasis, fui rugbier, soy sangre A+, y mis podcasts están en todas las plataformas.
No soy perfecto, ni mucho menos. Pero puedo decir con la frente en alto: no tomo, no fumo, no consumo sustancias, y jamás fui ni seré un instrumento de violencia intrafamiliar. Creo ser una buena persona, un padre cariñoso, un amigo fiel. Y Vani, mi esposa desde hace más de quince años, me lo confirma cada día con su amor incondicional.
Entonces… ¿por qué?
¿Por qué quedé fuera de la vida de mis hijos?
Mi conclusión —dolorosa, amarga, pero inevitable— es que tiene que ver con lo que significa “ser alguien” en esta sociedad.
Si no tenés dinero suficiente para sostener el nivel de vida que alguna vez tuviste, aunque trabajes de manera digna, sos un desastre.
Si te alcanza pero no tenés un trabajo clásico, sos un mantenido.
Si no te alcanza ni tenés un trabajo clásico, sos un vago.
Y si de repente la vida te sonríe con un golpe de suerte en un negocio fuera de lo común, seguro serás un estafador… o un narcotraficante.
A mí me dijeron las dos cosas.
La primera vez fue en los 90, cuando un viejo amigo del rugby visitó mi casa en Paraguay y no pudo creer cómo vivía.
La segunda… la segunda me partió el alma, porque vino de alguien a quien vi nacer.
También me dijeron estafador. Varias veces.
Pero lo curioso es esto: para que te crean narcotraficante o estafador de verdad, tenés que tener dinero. Mucho dinero.
Si no lo tenés, sos simplemente un fracasado.
Yo no soy infalible, nunca estuve cerca de serlo, pero jamás tuve voluntad de dañar a nadie.
Lo aprendí con sangre:
el dinero, cuando sobra, te compra perdones.
Te perdonan ser narco, te perdonan ser estafador, te perdonan ser mal padre, mal marido, mala persona.
Pero la falta de dinero no se perdona nunca.
Esa pobreza transitoria se vuelve una condena permanente.
Hasta que —si alguna vez volvés a tener éxito— te perdonan de nuevo… para volver a llamarte narco o estafador.
Pero sorprendente es la vida cuando junta a dos personas con el mismo dolor y los convierte en una pareja llena de amor y felicidad a pesar de todo.
Este episodio incluye a continucion el episodio 6 de la temporada 2 de mi mujer Vanina Vergara .
https://bit.ly/4fmf5qM
Es sin duda la descripción mas exacta que he escuchado hasta hoy.
Espero que le sea de utilidad a alguien más.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:[email protected]