El Dios de Israel, y de todos los pueblos, es el único salvador que bondadosamente suple nuestra más profunda necesidad emocional y espiritual. Dios es el gran manantial de aguas vivientes que salva a todo moribundo sediento de perdón y reconciliación, protección del mal, amor y comunidad, aceptación y hospitalidad, paz y reposo-en fin, sediento de vida abundante.