Todo el mundo despreció a Jesús. Pero aun así, Él no dejó de amarnos.
Por ese gran amor, se sacrificó por todos nosotros. , y murió en la cruz para salvarnos y limpiarnos de todo pecado.
Su sacrificio no fue en vano: fue el acto supremo de amor.
Y ese amor no terminó en la cruz. Hoy sigue vivo, alcanzando corazones, perdonando vidas.