En nuestros días, la mortalidad que ha creado entre los ancianos la Covid-19 ha contribuido a difundir una imagen injusta y deprimente del anciano como alguien prescindible e incluso sacrificable. Por supuesto, el saber que confiere la ancianidad ha mantenido activos y creativos hasta el final de sus días a personas con un intelecto privilegiado. Pero tampoco han faltado, entre los que a veces llamamos viejos, verdaderos prodigios de vitalidad y coraje, capaces de ponerse al frente de tropas y reinos cuando todos los daban por muertos y enterrados. Hay muchos ejemplos en la Historia, pero aquí voy a referirme a tres: el mariscal Gebhard von Blücher, el Gran Visir Mehmed Köprülü y el capitán de la Armada española Juan Pablo de Carrión.