Vivir en una granja es a lo mejor el sueño de muchos, el contacto con la naturaleza y la lejanía con el caos de las urbes sin duda alguna se convierte en un atractivo difícil de rechazar, para algunos puede ser una opción mientras que para otros se convirtió en una tradición familiar donde por décadas se de han dedicado a explotar y vivir de la tierra.
Este panorama nos hace pensar que el mudarnos a una región apartada donde la vida se vive con más calma es una gran idea pues nada malo puede pasar, pese a ello la vida nos demuestra que podemos estar muy equivocados … es allí, en estos sitios donde la jornada empieza a las 5 am, se respira aire puro y por momentos solo se escucha el ruido que producen los animales donde ocurren tragedias como la que les voy a contar el día de hoy, enseñándonos que en cualquier momento esa tranquilidad puede convertirse en horror.
Nos trasladamos a Alemania, año: 1922. Muchas cosas pasaron, la primera guerra mundial había llegado a su fin años atrás y aun se respiraba ese ambiente de humillación, decepción e inconformidad por los resultados obtenidos, sin embargo, la gente trata de retomar su vida con normalidad entre ellos la familia Grueber, granjeros bávaros que sin saberlo se convertirían en los protagonistas de un horrible suceso.