Aprendamos lo que la gracia enseña. Enseña a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. Y nos enseña a vivir justa, sobria y piadosamente.

Mensaje: La gracia nos enseña.

Texto: Tito 2:11-13

2:11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,

2:12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,

2:13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,

El que no puede perdonar a la manera de Dios, es porque no creyó que la vida de Cristo se está formando en él. Si nos mantenemos firmes en la fé, podemos perdonar a la manera de Dios, actuando por lo que creemos en contra de lo que sentimos.

Cuando el enojo se queda a vivir en el corazón se gesta esa raíz de amargura que contamina a muchos. ¿Cómo evitar esto? Cuando nos enojamos no nos olvidemos de mantenernos firmes en la fe perdonando porque Dios dijo y lo hacemos en contra de lo que sentimos.

Cristo es la regla que tenemos por medida. Por eso lo miramos a El y por eso miramos la forma de conducta de Dios porque sabemos que Cristo se tiene que formar en nosotros.

Cuando el enojo genera una raíz de amargura, esa raíz se puede transformar en un árbol grande que te lleva a la incapacidad total de poder perdonar. Dios quiere que perdonemos de la manera que el nos perdonó.

¿Cómo podemos perdonar de la misma manera que Dios perdona? Los que hemos creído sabemos que hemos recibido su vida. Los que hemos creído actuamos por lo que creemos y en contra de lo que sentimos.

Mensaje: El perdón doblemente bendito. Efesios 4: 31-32

4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

4:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Cuando el cristiano se mantiene firme, estable y sin moverse en la fe, ahí va a tener la experiencia cuando el apóstol Pablo dijo: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

No es que nosotros tenemos que formar algo en nosotros sino que tenemos que permitir que Dios sea nuestro formador. ¿Formador de qué? Del carácter de Cristo en nuestras vidas.