La vocación al sacerdocio es un llamado divino que invita a hombres a consagrar su vida al servicio de Dios y la Iglesia, actuando como pastores que guían y santifican al pueblo fiel. Inspirada en Cristo, el Buen Pastor, implica celibato, obediencia y caridad, configurándose con Él en los sacramentos. Requiere discernimiento, formación y respuesta generosa al Espíritu Santo, ofreciendo la alegría de mediar la gracia. En un mundo necesitado, el sacerdote es puente entre Dios y la humanidad, promoviendo unidad y amor evangélico.