Aún entre cristianos, frecuentemente creemos que hay emociones incompatibles con nuestra fe, que debemos siempre estar alegres y que no hay espacio en nuestro corazón para sentir preocupación, dolor, temor, frustración, enojo, etc. Pero en cambio vemos que Dios nos hizo seres llenos de emociones y el Espiritu Santo trabaja en nuestro corazon con ellas para traer bendición a nuestras vidas y a quienes nos rodean.