Nuestra pertenencia es exclusividad para el cumplimiento de su propósito. Por lo tanto, el anhelo De la Iglesia debe ser: ser gobernada por el Espíritu Santo.

Cuando se nos revela Cristo, se nos revela su diseño y su voluntad. Por lo que, aquella iglesia que conoce la voluntad de Dios, es una iglesia que expresa su santidad.

Debemos valorar el hecho de que fuimos comprados y redimidos. Por tanto, uno de los objetivos de haber sido rescatados es glorificar su nombre.

Fuimos predestinados para ser adoptados como sus hijos, para vivir como hijos obedientes. Un hijo obediente cumple con determinación y pasión la voluntad del Padre.

Somos escogidos en la persona de Cristo, por lo tanto nuestro origen y nuestro objetivo real está en él. Es importante tener claro el objetivo y el propósito por el cual fuimos escogidos: ¡Ser santos y sin mancha!

La realidad de la iglesia es la manifestación de Cristo, en cada discípulo. Si no estamos en unidad con Cristo es imposible disfrutar todas sus bendiciones.

El objetivo y la meta de Dios es que él sea glorificado. Toda la iglesia debe apuntar a resaltar la fama y la reputación de Dios.

Es imposible que la fe se manifiesta a través de la pasividad, solo a través de la acción. Así que, como iglesia debemos tomar la iniciativa para que se empiece a actuar, tomando la responsabilidad en nuestros hombros para que las cosas sucedan.

Tenemos que ser capaces de cuidar y hacer uso correcto de lo que hemos recibido de parte de Dios. El compromiso que todos debemos adquirir es presentar a la iglesia gloriosa.

Estamos preparando a la iglesia para vivir como la esposa de Cristo y dar la talla. Por lo tanto, tenemos que llegar a ser una iglesia que solo lo ame a él.