Jehú concluye la obra que comenzó en el capítulo anterior: El exterminio de la casa de Acab. También logra el exterminio del culto a Baal. Aunque fue un hombre de mucho celo, valentía, y determinación, y por esto Dios lo honró con cuatro de sus descendientes sobre el trono, sus métodos para hacer lo que Dios le había encomendado no fueron a veces correctos. El objetivo, por bueno que sea, no justifica los medios para lograrlo.