Nos echamos las manos a la cabeza con los casos de Jeffrey Epstein o el caso Harvey Wenstein, o el caso Torbe, cuando aquí, en Donostia, Kote Cabezudo, tenía desde 1988 una red de producción de mal llamada pornografía infantil, abusos sexuales a menores, violaciones y estafa, una red clientelar para el servicio de ilustres nombres de señores de la política, la cultura, la televisión del país y los medios de comunicación que eran nutridos de mujeres para su consumo. Ya sabemos a estas alturas el porqué de tanta impunidad.