Mis hijos, en esta profunda reflexión, se nos recuerda la paz que el Espíritu Santo trae a nuestros corazones. En Jesucristo, sois completos y no necesitáis buscar más, ya que habéis recibido una vida celestial. Al elegir seguir la guía del Espíritu, caminaréis por un sendero de victoria, impulsados por la voluntad divina. Este episodio resalta la importancia de servir a los demás humildemente, reconociendo que cada acción edifica el cuerpo de Cristo. Uníos a nosotros y descubrid cómo manifestar la gloria de Dios en un mundo que lo necesita.