Estamos muy acostumbrados a que nos digan que tenemos que cambiar, ser mejores y ser perfectos. Muchos tenemos antídotos y escapes para alejarnos de lo que no nos gusta de nosotros. Para no verlo y mantenerlo ahí, de lejitos. O si no, nos obsesionamos por cambiar de forma maníaca nuestros defectos y por ser "mejores". Pero, ¿qué pasaría si en lugar de pelear contra nuestras sombras, las invitaramos a un café para conocerlas mejor? ¿Que pasaria si en lugar de odiarlas y tratar de cambiar o evitar enfrentarlas, las aceptamos como parte de nosotros - y nos amamos a pesar de lo que vemos y no nos gusta de nosotros?