El remordimiento no tiene que ser una cadena que nos arrastra hacia abajo. Puede ser un trampolín, una oportunidad para transformar el dolor en crecimiento, la culpa en sabiduría.
El remordimiento no es un mal que deba evitarse a toda costa, sino una oportunidad,dolorosa sí, pero real, de crecer en conciencia. No es señal de debilidad, sino de humanidad.