El amor que nos sana no tiene nada que ver con la resignación. Se trata de integrar la sabiduría que hay en la toma de
nuestras decisiones, las que sean, ya se trate de quedarnos o
de marcharnos, pero siempre aprendiendo y descifrando el
mensaje que la vida nos da, aceptándola, creciendo con ella
para convertirnos, así, en seres resilientes y no en víctimas de
las circunstancias.