En el año 2011, tras el devastador terremoto que sacudió Christchurch, Nueva Zelanda, una comunidad entera encontró consuelo en un gesto sencillo pero poderoso que fue colocar flores en el río Avon. Esta iniciativa, llamada Río de Flores, nació espontáneamente como una forma de recordar a las víctimas y afirmar que la esperanza aún florece. Miles participaron, arrojando flores al agua o dejándolas entre los escombros. Un periódico local tituló: “Una ciudad herida lanza flores al río... y al futuro”.
Ese acto no cambió la devastación, pero sí transformó el dolor en un símbolo de vida, porque cuando todo se desmorona, aún es posible plantar belleza. El Señor Jesús, incluso desde la cruz, sembró compasión. Mientras sufría, ofreció perdón, cuidado y promesa de vida eterna.
Tú también puedes hacer eso. No necesitas tener todas las respuestas, pero puedes ofrecer actos sencillos de fe. Por ejemplo, una palabra, una oración, una flor, etc. Dios puede usar lo pequeño para recordar lo eterno.
Así que si estás rodeado de ruinas, no te rindas. Planta esperanza. El cielo la verá. La Biblia dice en Habacuc 3:17–18: “Aunque la higuera no florezca y en la vides no haya fruto... con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (RV1960).